jueves, 14 de marzo de 2013

Poemas para Iniciados














POEMAS PARA INICIADOS

Francisco Fadul Noya


















 

























Prólogo



Para quien tuvo el honor y la responsabilidad de editar este libro, es inevitable referirse a lo que fue dicha experiencia. En primer lugar, es la consecuencia, más que lógica, natural, de una amistad que se ha construido en la relación médico paciente y que siempre ha estado favorecida por los lazos de fraternidad, por las afinidades intelectuales y, sobre todo, por la presencia de la música y de la poesía. Dos formas de expresión que ambos admiramos, que compartimos y que representan solo dos de las muchas dimensiones de la vida espiritual.

Este libro hace parte de una búsqueda espiritual, no sólo para el autor sino para los lectores que están en ese camino. Cuando esas personas se encuentren con poemas como “El riesgo de lo absoluto”, reconocerán esa experiencia como propia o muy cercana. Por eso es un libro para iniciados, porque narra y canta la aventura interior de la meditación y el encuentro con algunas verdades. 

Las sensaciones que se describen en El Jagüey de la alegría, la primera parte del libro, son momentos de una búsqueda de la que Francisco Fadul ha dado ejemplo y testimonio sin recato —más bien, gozosamente— entre sus amigos y pacientes. Su dedicatoria anuncia con claridad lo que el autor se dispone a darnos; o más bien, lo que ha decidido compartir con sus lectores. Pero esas frases no sólo encierran una clave para los seguidores del Maestro Ajaib Sing Ji, sino que también revelan, aún  a los más legos, que el autor reconoce a un maestro espiritual y sigue sus enseñanzas.

La advertencia que da inicio al poemario y tras la cual el lector aún podría retroceder, es aún más tajante: Todos los textos que leerán a continuación son el testimonio de mi dolorosa gesta, hasta donde se me está permitido contar. No me arrepiento ni deniego de ninguna de las palabras que encontrarán en el camino.”

Quien decida seguir adelante se sorprenderá una y otra vez con la belleza y la coherencia de una obra que tiene, a mi juicio, un valor estético y literario, y que nos ofrece, ante todo, la posibilidad de asomarnos a una experiencia de transformación, a un movimiento interior que pone en evidencia el reacomodamiento de enormes placas tectónicas en las creencias, valores y conceptos. A eso nos invita este libro.

A quienes no conocen a Francisco Fadul Noya, debo decirles que antes de ser devoto de una corriente espiritual, lo era ya de la música y de la palabra, dones que posee, que ejercita y que conjuga en su labor pedagógica y terapéutica. Los iniciados en el Sendero comprenderán lo de la música, mientras que los iniciados en la palabra escrita sabemos que poesía y música son inseparables, y que ambas han sido, desde siempre, un alimento y una poderosa medicina para el alma. Pero, si la palabra tiene un poder sanador, la poesía, que es su forma más elevada, debe ser entonces la más elevada forma de sanar.

Quizás por eso, sobre el escritorio de Pacho, junto a las fotos de Sadhu Ram Ji, siempre hay un poeta: antiguo, como Kabir, o eterno, como Kavafis.

Antes de finalizar quiero referirme a Maitines y otros poemas. El “segundo libro”, por decirlo así, de este volumen, abre con una oración para el amanecer, en la que el sanador ofrece su servicio al Señor. Oración que, al menos a mí, me provocó la pregunta de cómo podría ser la oración de ofrecimiento de mi oficio: el periodismo, o la del escritor, el educador, el político o el legislador. El tono de Maitines es el del diálogo interno, el del debate con las fuerzas superiores acerca del mundo y la relación del hombre con el mundo. Sus temas son el amor, el abandono, las luchas con el yo, las jugadas del destino.

El epígrafe de este capítulo corresponde a un pasaje de El Quijote de la Mancha y retrata, a su vez, el talante del hombre que está tras esos versos: al telúrico, al caribeño, al humanísimo Pacho que todos conocemos, enamorado del amor, de la música y del placer de comer, de cantar y de celebrar primorosamente el milagro de la vida. En ese trozo escogido por el autor, el Ingenioso Hidalgo declara: “Otras veces lo he dicho y lo vuelvo a decir: Que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo”.

El ser humano es un todo formado por mente, cuerpo y espíritu. Eso se lo hemos escuchado a Pacho, el médico, una y otra vez, cuando trata de enseñarnos que la salud no puede separarse nunca de esas tres dimensiones. Para cada una existe un saber, un magisterio y un misterio. Cada una tiene sus profetas. No por casualidad en el consultorio de Francisco Fadul, médico y pacientes intercambiamos copias del Tao Te King, libros de Ken Wilber y textos de Borges. Lo mismo que letras y tonadas de porros, cumbias y canciones populares.

Les invito, lectores y lectoras, a sostener un encuentro distinto con la poesía y con su propia espiritualidad.


Patricia Iriarte Díaz Granados

 

 

 

 

 

 

EL JAGÜEY

DE LA ALEGRIA
Visitas astrales al
recinto sellado





“Cuando ya me extraviaba, ¡oh, hermano!,

el verdadero Maestro me enseñó el camino.

Entonces dejé los ritos y las ceremonias;

ya no volví a sumergirme en las aguas sagradas.

Comprendí que sólo yo era el loco;

 que todo el mundo a mi alrededor estaba cuerdo

y que yo era motivo de escándalo y de befa”.


Kabir Sahib






Advertencia




Hay un lugar en el cuerpo
Que Confucio llamó el centro perfecto eterno
y Lao Tsé, o quizás algún antecesor suyo,
bautizó después de encontrarlo bajo el sendero peligroso
 de noches de viaje, como el estanque de la pulgada cuadrada.

Su nombre ha ido cambiando después del trágico accidente de la confusión de lenguas, mucho después de la expulsión del Paraíso, pero lo cierto es que el sendero de esa luz que permanece, el camino de la Música Interna, tiene expertos que lo conservan en absoluto secreto.

El umbral de la Décima Puerta está en medio y ligeramente por encima de las dos ventanas. La roca de acceso del campanario central es difícil de romper, o más bien, de abrir. La selva, que es la noche, está llena de trampas. El enemigo, que es astuto, está adentro, y es la sombra que nos acompaña siempre.
Será tarea del verdadero hombre domeñarla.

Yo, hijo de un ingenioso mecánico aventurero refugiado entre La Mojana y el Pansegüita adentro, con la majagualera que lo embrujó, no puedo dejar de contar mi erótica y exótica historia de cómo llegué a ese maravilloso lugar. Yo, médico y “brujo” como dicen los lugareños, encontré el estanque, la laguna luminosa, y lo bauticé con el nombre de El Jagüey de la Alegría.

Todos los textos que leerán a continuación son el testimonio de mi dolorosa gesta, hasta donde se me está permitido contar. No me arrepiento ni deniego de ninguna de las palabras que encontrarán en el camino.



IV-12-2002






I

 

El camino del sonido vacío




Cuando era niño ayudaba a mi padre a forjar el acero en una fragua.
Donde al rojo vivo sacaba a golpes de martillo la forma de un cincel
y fundía el bronce para fabricar piezas que los campesinos usaban en sus trapiches.

Vi el líquido rojo del hierro, el ocre del cobre y el plateado del aluminio. Vi el fuego profundo de la fragua desde arriba y quemé mis pestañas frente a ella.

El crisol, cofre de piedra secreta, es el recipiente que jamás se funde.







II

El riesgo de lo absoluto


Sumergirse en el silencio quieto
del oscuro estanque de la pulgada cuadrada
es un deporte extremo:
vacíos mortales en el estómago
desvertebramiento del cuello
rompimiento articular de los cuatro miembros
desarticulación relajada de la cadera
abandono de la cúpula de aire
hundimiento en el abismo del agua
ahorrando el último suspiro por algún recuerdo.

Y de ahí en adelante,
patinar en la curvatura del tiempo
caminar descalzo por el filo de la espada
bordear la última roca contra el viento
quedar cara a cara con el tigre
apagar todo el miedo sin remedio
y despedirse de todo
como si fuera la última vez.

Arriesgar el último sorbo de vida
concentrado en el fondo altísimo
del vacío del cielo iluminado
que no cansa.

Cumplir con amorosa crueldad la cita cada noche.
Vivir sin movimiento
sin respiración
y sin más aliento
que el que emana del crisol
de la muerte que revela el otro mundo.
Otros mundos.







Resistir
con quejidos, risa o llanto
la picadura simultánea del millar de avispas.
Igual no hay canje.

Perderlo ... todo
Renunciar al resto
quedarse ahí, muriendo, de una a cinco...
y después, durante el día
permanecer como si nada hubiera ocurrido
hacerse el pendejo, no contarlo nunca
o decir que quizás fue sólo un sueño
o una dolorosa pesadilla en el propio infierno.

Porque todo:
el paso del físico al astral
y de allí al causal, ante la parca.
Todo... absolutamente
ocurre en una respiración.
Es ir al cruce de la muerte
y regresar...
para no contarlo.







III




Lo que nos socorre es el espíritu de búsqueda

constante, soy esclavo de ese Espíritu
Kabir


Hemos hecho las paces con la noche, compadre. Desde aquella madrugada de julio, cuando vimos la barriga de la luna tan cerca, en la oscuridad... como un submarino gigantesco y apacible pasando por encima de nosotros delicadamente, sin tropezarnos, sin ruido alguno.

Esa luna fría y amigable como una ballena jorobada, con la cara serena de un extraño pasajero en la infinita espesura de la noche, como un monstruo apocalíptico, nos miraba pasar. Lucía tranquila. El viejo guía piloteaba diestramente su navío cósmico ese nueve de julio, día del salto al valle insondable donde nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin remedio, todos los colores.

Es el vacío. Un lugar oscuro, silencioso, denso y frío, donde sólo algunos rayos inconexos, restos de algún sol o de una estrella agonizante, nos invitaban a continuar explorando como niños curiosos, no sin miedo, pero temerarios.

¡Qué lejos está nuestro destino!  Quizás la luna desde entonces fue una aliada, una estación de aliento hacia el paso del jardín iluminado por los diez mil sonidos que se ocultan.

(Fragmento de una carta de Valdemar Khummala’h. Diciembre 7 de 1983)







IV

El palacio de lo secreto


Tiene este palacio su puerta en el hueco de la cima de la montaña.

Allí está el estanque de los vapores luminosos.
El néctar de los inmortales.
La fuente de la felicidad.

La esquina superior izquierda y profunda del ojo derecho es
su referente anatómico externo.
Ese es el centro verdadero.
        
El centro del jagüey de la alegría
         El centro del innombrable
         El banco de los pobres
         La casa del Dulce Divino
         La habitación del clemente
         La cueva del gurú
         El secreto sublime de los cinco elementos, que son seis.
         Las cinco palabras del Nombre del silencio absoluto
El lugar donde los árboles no son almas suicidas
El palacio del Verdadero Rey
         El sitio de peregrinación de los valientes
         El gran sol
         La gruta simbólica inmanifestada
         El refugio del Maestro interno
         El verdadero Maestro ascendido de Sach Khand
         La casa de campo del emperador
         El centro de los 99 atributos de Alá
         La benevolencia de Jehová
         El amor del Sat Purush







La dulce indiferencia del Tao
La música del cielo
         El palacio del Amor
Y la felicidad permanente de los alucinógenos.
        
Todo, absolutamente todo, está allí, en el Punto Único.
Vale la pena ir cada día por tres minutos, en peregrinación silenciosa
y solitaria; el auténtico Camino de Santiago.
Esta es la verdadera Morada de Dios.





V



Hacia el siglo XIII o XIV en Nueva Delhi o quizás en Agra o Jaipur, vivió una mujer maravillosa llamada Séjo Bai.

Ella dejó una oración que reza así:

“Oh Dios, derrama gracia sobre mí y no mires mis malas cualidades
porque ahora Tú estás interesado en mí y estás cuidándome”.










VI



¿Que cómo es
la gran oquedad firme
del vacío sin tiempo?

Es como una infinita roca comba.
Una curva sonora de silencios.

Es la seguidilla de la lluvia
Tras el rayo y el trueno.

Es el Altísimo Cielo
de extensión no imaginable
pleno de música...

Hay ejemplos sensibles en el dulce violín,
en la cítara
y en la profunda suavidad de la flauta.
¡Y en la concha! ¡Y en las campanas!
¡Ah, y en las vinas hindúes!

Los tambores van al fondo
se quedan atrás
son tamboras y cantos
muchos, muchos cantos.





VII



Al regreso, el ruido de este mundo aturde.
Lelo, sin rumbo,
a casa, al cine, en carro, a pie... ¡Luces!
Hay un río desembocando
y la azul marea
bate el agua bajo el cielo.

Las palabras retumban en silencio.
No descansa el guerrero en su recuerdo.

Es valiente tentación
callar lo que es sabido.







“La salida es pa´dentro”
Gonzalo Arango


Cuando llegué a mí mismo
hubo un silencio de vacío sin forma.
No-silencio; ¿de blanca, de negra, de corchea?
Era un silencio musical de una brevedad eterna.

Cuando llegué, era el segundo.
Él estaba desde antes
esperando ansioso
mi retorno a casa.
Adentro, todo es inverso.
Llegué cuando me fui.
Sólo pude ver sin ojos,
sólo pude oír sin oídos
Sólo después de morir me sentí vivo. 





Ante tanta gracia recibida

A Sadhu Ram


Llegaste con la primera llovizna de abril a cielo abierto
Y trajiste la Luz a mi equívoco destino.

Tú  salvas el honor de los que ya ni honor tenemos,
de los que perdimos todo, hasta el amor mundano
y nos declaramos en bancarrota total. Sin esperanza.
En quiebra espiritual y material.

Venga Tu Luz y haga brillar a los dragones,
y devuelva su fuerza a los caballos,
y permita que el mono se divierta
y que el perro encuentre un dulce amo.
Venga Tu Luz para que el gallo cante
y deje al cerdo disfrutar su casa.
y que el tigre se lleve su presa
y el gato viva la gran vida
y el buey rumie sus ingenios
y la rata seduzca con su verbo
y en los altísimos riscos solitarios
la cabra contemple la belleza
y la serpiente se transforme en águila.













MAITINES 
y otros poemas



“Otras veces lo he dicho y lo vuelvo a decir:
Que el caballero andante sin dama es como
el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento
y la sombra sin cuerpo”.

Don Quijote de la Mancha
 Cap. XXXII, segunda parte.



Maitines
(Oración del amanecer)



Oh Dios, Todopoderoso y Verdadero
aquí estoy a Tus Pies, rendido.
Hoy te ofrezco mi oficio con toda la atención.
Te ofrezco la concentración de mi atención
en el centro del ojo.
Te ofrezco este día de trabajo,
cada paciente que atienda,
cada persona que escuche,
cada cosa que pueda hacer,
cada palabra que tenga que decir,
cada pensamiento que no pueda controlar,
cada idea que brote de mi inteligencia,
cada estupidez que sepa callar,
cada miedo que sienta,
cada piedra que lance,
cada odio que explote,
cada ego que emane,
cada tristeza que llore,
cada pensamiento,
cada palabra,
cada acción que en mí sea, te la ofrezco.
Cada estado, cada instante,
cada luz, cada tiniebla,
cada rayo, cada sombra,
todo lo que mi planta vegetal,
mis almas vegetativas, mis nervios
mis líquidos, mi carne, mis huesos
mi sangre y mis aires sientan,
muevan, transformen,
modifiquen, o den en mutación
te lo ofrezco, Oh, Dios Todopoderoso y Verdadero.


Te ofrezco, Dios, puedo ofrecerte
cada cosa y cada no cosa que mis almas animales
tengan por gracia
y cada inconsciencia emotiva que venga a ellas,
por desgracia, y sin que la mente intelectual,
culta y superegoica, haya incorporado
desde niño para ser un ser social
y moral como quería Segismundo.
Te ofrezco mi ser, mi vida y mi amor.
Te ofrezco hoy todo lo que en mí sea,
pueda ser o se dé.
Me comprometo a no olvidar esta promesa de amor
ni un solo instante.
Haré un segundo de memoria
en la frente, en medio de las cejas,
en el lugar de la fidelidad acertada,
en el centro de la flauta de bambú,
en el estanque del agua vacía.
Con la majagua atada a la cintura
en facha de silencio,
en expresión centrada
y con la sonrisa en el corazón
bajo los acordes de la piedra sonora,
cantando en silencio tu quíntuple nombre
te ofrezco
la oración de tu Nombre innombrable.
Te ofrezco mi quietud cadavérica por tres minutos (porque más no aguanto).
Te ofrezco el canto de tus pájaros
el ruido de las máquinas
los gritos del vendedor ambulante
la queja del moribundo
en Su río de riberas dispersas.
Te ofrezco el color del espíritu
en el límpido foso abismal del origen solitario.
Los fogones que día a día
encienden en la mañana las muchachas del servicio.




La fuerza del joven misterioso
que lanza en la ciénaga su atarraya.

Todo lo que oigo, todo cuanto veo
cada martillazo, cada machetazo
cada subtotal, cada sello, cada corte
cada memorando, cada pinchazo
cada orden cumplida, toda la desobediencia
todas las virtudes, todos los pecados.
Hoy te ofrezco todo, oh Sat Gurú
De mis laberintos celestes


Tú, oh Señor de los Milagros
Eres el pilar suspendido
de la columna central del templo
de este cuerpo hecho por ti
con los cinco elementos, que son seis.
Tú eres el agua, tú eres el viento
Tú eres el fuego, tú eres la tierra
Tu eres el oro, tú eres el éter
Tú eres el vacío, tú eres el no-vacío
Y todos los síes que están afirmando mis vidas
Que también hoy te las vengo a ofrecer.
Acepta este humilde oficio,
Dios todopoderoso y verdadero
Yo no soy nada
Tú lo eres todo
¿Qué más puedo yo hacer sino ofrecerte mi trabajo
Padre mío?
Acéptalo por favor
No me rechaces, ¡acéptalo Dios mío!












Reprochan:





El Gurú Nanak Sahib dijo:
“Si me quedo callado
la gente dice que no sé nada.
Si digo algo, la gente dice
que hablo tonterías.
Si me siento en mi habitación
a meditar, a hacer la devoción,
la gente dice
que no sirvo para nada.
Si voy por la calle
la gente dice que levanto polvo:
De todas formas encuentran algo
que reprocharme, siempre.
No importa como actúe.”





Polifemia



Ahora se me ha dado
por mirar el mundo con un solo ojo.
Es aparatosamente anodino, loco
y eterno como una larga cumbia en la noche de velas.
Como pirata corsario del siglo de los barcos,
como cualquier tuerto genial o miserable,
como cualquier yogui arrepentido
del uso de sustancias, ora permitidas,
ora prohibidas; plantas pedagógicas
que no dejaron de ayudar alguna vez
pero que ya no necesito.

Ahora se me ha dado por buscarme a mí mismo
por dentro.
Con el solo ojo oculto
tras el hueso de la frente.

Canto bajo el bambú trenzado
en medio de las cejas.
Quiero cantar los cantos
que he escuchado de las luces sonoras:
cumbias yóguicas en la comparsa infinita
de ángeles que con sus palmas animan el ascenso.

Quisiera repetir
veinticuatro mil veces, cada día
Tu nombre en silencio.
Y entregarte mi amor cada madrugada
mientras contemplo exangüe
el resplandor supremo
en tu noche de estrellas
Alma mía.





Ante mi confesor




No me dio miedo bordear el abismo del pecado.
La lujuria trasegó mi vida.
No sentí culpa de mi avariciosa ambición.
El dinero me permitió visitar cinco continentes
al lado de los más extraños sabios del planeta.
pude vivir cinco años seguidos en el memorable
Hospital de Barranquilla.

Debo a mis ancestros y a mis padres

este cruce de razas del que me río por dentro.
Soy místico, no filósofo; asceta, no monje; sincero en la verdad interior; algunas veces al día veo a Dios, la Luz de Amor y Vida en todos como en uno.
Medito cada madrugada en el plano de los muertos.






Abandono I



Dile, noche taciturna, a mi amada, que, por favor, ya no vuelva. Que ya no la necesito tanto,  como cuando tú no eras tan vieja. Dile a mi viejo fantasma travieso borracho que ya para qué, si le adivino sus amagues. Claro, no está demás saludar a ciertas damas; por ejemplo, vamos a decirle ¡Epa! a Soledad. No desearía acercarme a la niña Obse...  Las obsesiones nocturnas de un borracho son dramáticas, a veces trágicas, más no letárgicas. Si tuviera tiempo le haría una larga visita a Lujuria, la discreta... Podría volver a sus oscuros y profundos estanques, lagos y charcas del deseo.





























Abandono II





Como he abandonado mis temores a la noche y hablo con ella todos los días, diles, oh noche aguda como el cazador de almas, que yo vengo del lado de atrás de la comba del cielo. Que es por eso que siento tanto amor en el alma. Diles que no teman, que soy manso ya, que ni siquiera alcanzo a lastimarme a mí mismo. Dile a Jesús, el mendigo de la esquina, el que se parece al Maestro, que le regalo mi perro; y al del vecino, que no oigo sus ladridos, que si enfermó su dueño... o quizás ya ha muerto. Dile a los árboles del parque que los aprecio mucho y compadezco su desencanto con la violencia humana.
No olvides un abrazo al jazmín y, piano, para que se oiga la voz, un dulce verso a mi madre. Y a las cayenas, que un día de estos vuelvo por cinco para un té.
























Abandono III



¡Surco! ¡Surco! Surco la noche en cada parpadeo. Soy viajero nocturno de mi templo. Sobreviviente solitario del bien supremo. Aquí me trajeron y no voy a dejar escapar en vano ni un solo segundo más de cada suspiro, mientras viva.
Busco Tu mirada y veo una Luz. Siento venir la mano del alfarero, que sabrá darle alguna forma a mi desfigurado destino.








Terapéutica dual angélica


 

Lado Yang




Guerrero, mírala bien, lentamente,
como se palpa con los dedos
el filo de la espada:
Ella es, por decir lo menos, tu dama.
Esa especie de manantial en el desierto,
angelical luz protectora en este
oscuro infierno del mundo.
Guerrero, oye bien, escucha:
Jamás saques tu espada en su presencia.
Si vienes de guerrear, guarda tus garras.
Si vienes de pensar, guarda en la bolsa
de piedras preciosas tan pesados conocimientos.
Si vienes de orar, recuerda la prueba de los justos:
Perdón al enemigo que se rinde.
Y si vienes de arar, recógete cerca de su vientre.
En fin. Es como recordar que tu proyección
femenina es ella. Tu alter ego, Dios en su otredad.
El amor, hermano, es el arma que corta el dolor de todas las heridas.
Duele, como el bisturí abriendo la piel del abceso:
Inevitablemente sangrarás por su mordedura tajante
Y seguramente morirás si huyes de él.
Sin embargo es posible que resucites si te quedas.
También es probable que pierdas la razón.
Sea para crecer, romper, integrar,
o bien trascender, o quizás mermar el ego
o involucionar y cometer estupideces
como convertir la devoción en fanatismo
o la entrega en inmolación.
Pero no te arredres
el amor tiene secretos encantos.



Lado Yin




Bella dama, angelical hechicera, hermana:
Vamos a conversar sin trampas, de hembra a hembro,
de corazón a corazón, de alma a alma.
Sin más intención que ver, sin carne, la verdad.
Es tan grande el poder de una mujer sobre su hijo
como el de una amante sobre su escogido,
como el de la esposa sobre su hombre casado.
¡Ella lo tiene!
Todo podría resumirse así: “Lo tienes”
Si lo quieres o no lo quieres, eso está demás.
Tú sabes que a él, como al poder, lo tienes.
Que aceptes manejar la situación con pétalos
o con espinas, decídelo.
Pero haz la prueba y verás
que tus heridas lo debilitan
que tu dulzura lo enloquece
que tu transparencia lo abruma
que tu fe lo desafía
que tu perseverancia lo asombra
que tu entrega lo nutre
que tu sabiduría lo orienta.
Ah, y tu alegría lo calma.
Y tu amor, tu flor,
tus pétalos de flor
tus estambres de flor
tus sonidos de flor sonora lo transportan.
(Ya conoces su inveterada costumbre
de negar al comienzo tus dulces dardos
de miel y pimienta
de azúcar y limón
de acre y amargo)
Todo lo tuyo es tan terrígeno...




Dios dice que prefirió hacerles creer
a los guerreros que fueron primero que el útero
del mismo modo que las sabias madres de los desiertos
del Rajhastan, del Gobi o de La Guajira
proclaman a sus hijas que el hombre es primero:
“El hombre es la cabeza.
La mujer está debajo
siempre en segundo lugar,
como el cuello, sosteniéndole
y diciendo hacia donde debe mirar.”








Ciego en el aeropuerto




Busco... quieto...
            Con la desesperada
            prisa contenida
            del que arriesga
                     la vida frente al toro.

El continente perdido

entre tus madrugadas
y las mías.
        
Hay tesoros que nos roban.
Una isla astral
Un pequeño planeta
de areolas
de todas las formas
tesituras
y colores.

         Areolas boreales

Tengo
         para escapar de lo irremediable
         ante tantos miedos vencidos
         al siempre sí de la muerte
         al camino que está detrás
         de la cara oculta de la luna.

Tengo el canto de los pájaros todos.
Y una que otra vislumbre
del rostro inocente
de tu luz.



                 

Misiva a Kal


No iré al cielo ni al infierno; no tengo afectos ni desafectos
No soy piadoso ni ateo; no soy libre ni prisionero.
No vivo según los mandamientos ni según mis deseos
Pocos me comprenden; que aquel que me entienda halle la paz.
Kabir no trata  jamás de crear ni de destruir.

Kabir Sahib.


Caballero del Tiempo:
descuéntale a mi bala
tres minutos de silencio
y otros tantos de quietud
que te robo cada madrugada
al dejarte suspendido en medio de la nada.

Descuenta los paréntesis de instantes eternos
que he vivido como artista.
Porque me temo que tus cuentas
se enredaron en la telaraña de luz
que cada recuerdo de su amor me trajo.

Dale al negro lo que es del norte
al azul lo que es del este
al blanco lo del acre oeste
y al rojo su amargo sur

Y a las flores su inútil misión
y a los borrachos su derecho a prescindir
de tu arrebato narcisista por el éxito y la fama
y las generosas cadenas de todos los metales.

No atornillarás mi lengua
mientras haya música en mi cielo.
Tú,  oscuro carnicero del tiempo, Kal,
no pasearás a tus anchas en mis predios.

Aún tengo la vida y el canto

Y la oración
Y el silencio
Y sus cálidos senos
Y su boca fresca
Y su tierna flor.
No podrás, Señor del Infierno del Mentir
robar un solo verso a mi noche.
Las estrellas son espías
y la lluvia, el trueno, el rayo
y el viento,
Caballos de Troya en tu escenario.

Ahora tendrás que buscar
otros argumentos a tus predecibles
movimientos: ¿Alfil a 4 de reina?

Lo sabía
juegas con dados cargados:
la dual razón del si y el no
y el crítico calificador de bueno o malo.
Yo estoy en pleno canto del sintiempo
Soy un hombre muriendo en paz.

Después de ti, ningún mortal me ata.
Desde aquellos tres sublimes respiros 
Desde la última muerte, puedo cabalgar
fuera de la gula infinita de tu boca.
Tus trampas  a veces alcanzo a evitarlas
Miedo, ego, vanidad, sed de justicia, rabia
Orgullo, soberbia y codicia
¡Ah!  y el apego (que ahora llaman adicción).

Mi silencio derrumba tus castillos
El Caballero se ha reunificado
Su amor me acerca a otras orillas del jagüey

donde tú, oh, tiempo, no existes
Allí no tienes control sobre un solo anti-segundo.




¿Ser poeta?


¡Nada de competir, nada por tanto de culpas¡
Lao Tse


¿Creen que ser un poeta
a lo Kavafis, Goytisolo o Baudelaire
o a lo Gómez Jattin (para no ir tan lejos)
es algo fácil?

Primero hay que enrostrar la sombra sin tapujos
Iluminar sus más recónditos riñones
como se alumbra el filo de una espada.
Sin más luz que la verdad
consigo mismo y la palabra.

Luego destazar sin piedad
cualquiera de ellas, ambigua,
que pueda despertar sospecha
de complicidad con la mentira

O que pretenda, so pena del olvido,
penetrar furtivamente en los silencios.
















El paseo del espejo


Todo hombre encuentra, precisamente, el destino que trata de eludir.
Alí


Cuando fui adulador
me fastidiaban los aduladores;
cuando fui crítico
me criticaban los criticones;
cuando fui lujurioso
me perturbaban los lujuriosos;
cuando fui envidioso
me chocaban los envidiosos;
cuando fui miedoso
me exasperaban los miedosos;
cuando fui violento
me provocaban los violentos;
cuando fui cobarde
detestaba a los cobardes;
cuando estuve triste
me perseguían los llorones;
cuando fui codicioso
criticaba a los ambiciosos;
cuando clamé justicia
fui injusticiado por los jueces;
cuando empecé a perdonar
vislumbré la compasión de otros;
cuando ya nada me importó
todo se hizo luz
y quedé ciego.









La sombra del guerrero
(Aunque me cueste la vida, sigo buscando tu amor)


“Un ideal es aquello por siempre buscado, nunca alcanzado,
pero jamás abandonado…Es la estrella guía del navegante
en la cual no se desembarca.”
Danilo Cruz Velez



Aunque me muera de rabia, llanto o dolor, voy a intentar lo imposible:
estrellarme con todas mis fuerzas contra la puerta del Palacio del Amor.

Ya sé dónde queda,
ya rompí una de las cuatro cadenas.

Antes de romper los demás grilletes
llámenlos como quieran: ignorancia, necedad, estupidez, apatía, dependencia,
estudiaré lentamente cada eslabón hasta encontrar el más débil.

He vencido al dolor, y venceré al temor
y al vicio (que, de ahora en adelante, llamaré apego)
y venceré al sueño, noche.

Todo enemigo debe ser amado antes de vencerlo.
Es parte del código de honor del guerrero.

Así, amaré el miedo a la noche (el peor de los insomnios)
y sus oscuras soledades, sus tímidas lumbres de estrellas silenciosas
su quieta sombra como un manto.

Hablaré con ella, reconoceré su poder
la convenceré de su indispensable alianza con mis sueños
con mis pasiones ascéticas y  mis furtivas entregas a sus dulces seducciones.

Navegaré en sus laberintos de recuerdos inútiles.




Pereceré en el intento y no me importa, de eso se trata.

Voy a meditar en el silencio quieto de los muertos pase lo que pase
voy a estrellarme sin pretextos, intenciones ni intereses
con la puerta secreta de la escuela de los solitarios, los abandonados,
los decepcionados del mundo, los anarquistas sin frontera                                                
que se niegan a pagar impuestos
los mudos a voluntad
los sordos por ansias de otras músicas
los ciegos que a tientas buscan otras luces.

¡Mente mía, compañera mía! 
Te habla Mi alma,
escúchala, por favor
Esta petición es un grito desesperado de guerra,
de combate, de arte marcial espiritual
Te estoy desafiando
soy el guerrero preso en la cárcel de sus cinco sentidos,
que son seis… docenas.

Ven a morir conmigo esta noche
El Palacio del Amor tiene un Rey en ansiosa espera.

Llora, canta, baila,  patea, disfrázate,
embriágate, ilumínate, tránzate, trábate,
puedes hacer como chivo, como mico, como perro, como pigua,
aúlla como loba en celo.
¡Pero despierta!

Yo, mi alma y tú, viajaremos en trance
al supremo bien
a la felicidad sin límites
a la fuente suprema
a  la serena creatividad del cielo
a través de la calma alegre del lago
de la sorpresa sabia del rayo
del susto inocente del trueno




de la dulce caricia del viento
de la transparencia austera del agua
de la perseverancia quieta  de la montaña
y la receptividad humilde del ombligo de la tierra.

Temblarán los más recónditos riñones
Serán turbulentas las aguas del ascenso
o quizá, tranquilas aguas mansas.

No temeré. Mi barquero, Ayeiba, espera.
Mi alma recibirá su anillo, será desposada y viajará con Él
Entraremos por la décima puerta, detrás del centro de los ojos.

Tú esperarás por los tesoros que traiga de mi Ítaca:
Paz, tranquilidad, serenidad, no-enfermedad,
Luz, silencio, sabiduría, palabras desocultadas,
nuevas mudras, otros motivos existenciales
perseverancia incólume
y humildad a prueba de las amenazas de los infames,
del dinero de los capitalistas, de la intimidación de los poderosos,
de la burla del pueblo, de la crítica de la familia,
de la incomprensión de los amigos, de la traición de la mujer amada,
del abandono de los hijos y el dolor de las enfermedades
del sufrimiento de la pobreza
de la muerte civil, y de la muerte natural.

El sepulcro de la noche llama.
Yo bailaré mi cumbia cada noche a solas con mi Amado
A la luz de la vela cósmica que brilla como mil quásares. 

Dejaré un epitafio en la puerta de mi cuarto subterráneo:
“Ya vengo”
No se preocupen por mí.
Preocúpense por sus almas atrapadas en el infierno de la somnolencia.              
Despierten a Dios
¡Adiós!



Directorio Interno 

¿Que dónde queda el palacio del Amor?
Mira:
Sube por el callejón de la misericordia;
Llega a la plaza del perdón.
Sigue derecho por la esquina de las burlas,
Cruza solo el túnel del dolor
Y ahí en lo alto está la Gran Puerta Iluminada,
La Décima Puerta, la del entrecejo.
La puerta de la escuela maravillosa y perfecta,
El palacio del Amor.
P.S.  ¡Cuidado te quedas en la cueva de los sueños!















Este libro se terminó de imprimir el 25
de julio del año 2005, con la luna en creciente.





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