POEMAS PARA INICIADOS
Francisco Fadul Noya
Para quien tuvo el honor y la
responsabilidad de editar este libro, es inevitable referirse a lo que fue
dicha experiencia. En primer lugar, es la consecuencia, más que lógica,
natural, de una amistad que se ha construido en la relación médico paciente y
que siempre ha estado favorecida por los lazos de fraternidad, por las
afinidades intelectuales y, sobre todo, por la presencia de la música y de la
poesía. Dos formas de expresión que ambos admiramos, que compartimos y que
representan solo dos de las muchas dimensiones de la vida espiritual.
Este libro hace parte de una
búsqueda espiritual, no sólo para el autor sino para los lectores que están en
ese camino. Cuando esas personas se encuentren con poemas como “El riesgo de lo
absoluto”, reconocerán esa experiencia como propia o muy cercana. Por eso es un
libro para iniciados, porque narra y canta la aventura interior de la
meditación y el encuentro con algunas verdades.
Las
sensaciones que se describen en El Jagüey de la alegría, la primera
parte del libro, son momentos de una búsqueda de la que Francisco
Fadul ha dado ejemplo y testimonio sin
recato —más bien, gozosamente—
entre sus amigos y pacientes. Su dedicatoria anuncia con claridad lo que
el autor se dispone a darnos; o más bien, lo que ha decidido compartir con sus
lectores. Pero esas frases no sólo encierran una clave para los seguidores del
Maestro Ajaib Sing Ji, sino que también revelan, aún a los más legos, que el autor reconoce a un
maestro espiritual y sigue sus enseñanzas.
La
advertencia que da inicio al poemario y tras la cual el lector aún podría
retroceder, es aún más tajante: “Todos
los textos que leerán a continuación son el testimonio de mi dolorosa gesta,
hasta donde se me está permitido contar. No me arrepiento ni deniego de ninguna
de las palabras que encontrarán en el camino.”
Quien decida seguir adelante se
sorprenderá una y otra vez con la belleza y la coherencia de una obra que
tiene, a mi juicio, un valor estético y literario, y que nos ofrece, ante todo,
la posibilidad de asomarnos a una experiencia de transformación, a un
movimiento interior que pone en evidencia el reacomodamiento de enormes placas
tectónicas en las creencias, valores y conceptos. A eso nos invita este libro.
A quienes no conocen a
Francisco Fadul Noya, debo decirles que antes de ser devoto de una corriente
espiritual, lo era ya de la música y de la palabra, dones que posee, que
ejercita y que conjuga en su labor pedagógica y terapéutica. Los iniciados en
el Sendero comprenderán lo de la música, mientras que los iniciados en la
palabra escrita sabemos que poesía y música son inseparables, y que ambas han
sido, desde siempre, un alimento y una poderosa medicina para el alma. Pero, si
la palabra tiene un poder sanador, la poesía, que es su forma más elevada, debe
ser entonces la más elevada forma de sanar.
Quizás por eso, sobre el
escritorio de Pacho, junto a las fotos de Sadhu Ram Ji, siempre hay un poeta:
antiguo, como Kabir, o eterno, como Kavafis.
Antes de finalizar quiero
referirme a Maitines y otros poemas.
El “segundo libro”, por decirlo así, de este volumen, abre con una oración para
el amanecer, en la que el sanador ofrece su servicio al Señor. Oración que, al
menos a mí, me provocó la pregunta de cómo podría ser la oración de
ofrecimiento de mi oficio: el periodismo, o la del escritor, el educador, el
político o el legislador. El tono de Maitines
es el del diálogo interno, el del debate con las fuerzas superiores acerca del
mundo y la relación del hombre con el mundo. Sus temas son el amor, el
abandono, las luchas con el yo, las jugadas del destino.
El epígrafe de este capítulo
corresponde a un pasaje de El Quijote de la Mancha y retrata, a su vez, el
talante del hombre que está tras esos versos: al telúrico, al caribeño, al
humanísimo Pacho que todos conocemos, enamorado del amor, de la música y del
placer de comer, de cantar y de celebrar primorosamente el milagro de la vida.
En ese trozo escogido por el autor, el Ingenioso Hidalgo declara: “Otras
veces lo he dicho y lo vuelvo a decir: Que el caballero andante sin dama es
como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo”.
El
ser humano es un todo formado por mente, cuerpo y espíritu. Eso se lo hemos
escuchado a Pacho, el médico, una y otra vez, cuando trata de enseñarnos que la
salud no puede separarse nunca de esas tres dimensiones. Para cada una existe
un saber, un magisterio y un misterio. Cada una tiene sus profetas. No por
casualidad en el consultorio de Francisco Fadul, médico y pacientes
intercambiamos copias del Tao Te King, libros de Ken Wilber y textos de Borges.
Lo mismo que letras y tonadas de porros, cumbias y canciones populares.
Les invito, lectores y
lectoras, a sostener un encuentro distinto con la poesía y con su propia
espiritualidad.
Patricia
Iriarte Díaz Granados
EL JAGÜEY
DE LA
ALEGRIA
Visitas astrales al
recinto sellado
“Cuando ya me
extraviaba, ¡oh, hermano!,
el verdadero
Maestro me enseñó el camino.
Entonces dejé
los ritos y las ceremonias;
ya no volví a
sumergirme en las aguas sagradas.
Comprendí que
sólo yo era el loco;
que todo el mundo a mi alrededor estaba cuerdo
y que yo era
motivo de escándalo y de befa”.
Kabir Sahib
Advertencia
Hay un lugar en el cuerpo
Que Confucio llamó el centro perfecto eterno
y Lao Tsé, o quizás algún antecesor suyo,
bautizó después de encontrarlo bajo el sendero peligroso
de noches de viaje,
como el estanque de la pulgada cuadrada.
Su nombre ha ido cambiando después del trágico accidente de
la confusión de lenguas, mucho después de la expulsión del Paraíso, pero lo
cierto es que el sendero de esa luz que permanece, el camino de la Música Interna , tiene expertos
que lo conservan en absoluto secreto.
El umbral de la Décima
Puerta está en medio y ligeramente por encima de las dos
ventanas. La roca de acceso del campanario central es difícil de romper, o más
bien, de abrir. La selva, que es la noche, está llena de trampas. El enemigo,
que es astuto, está adentro, y es la sombra que nos acompaña siempre.
Será tarea del verdadero hombre domeñarla.
Yo, hijo de un ingenioso mecánico aventurero refugiado entre La Mojana y el Pansegüita
adentro, con la majagualera que lo embrujó, no puedo dejar de contar mi erótica
y exótica historia de cómo llegué a ese maravilloso lugar. Yo, médico y “brujo”
como dicen los lugareños, encontré el estanque, la laguna luminosa, y lo
bauticé con el nombre de El Jagüey de la Alegría.
Todos los textos que leerán a continuación son el testimonio
de mi dolorosa gesta, hasta donde se me está permitido contar. No me arrepiento
ni deniego de ninguna de las palabras que encontrarán en el camino.
IV-12-2002
El
camino del sonido vacío
Cuando era niño ayudaba a mi
padre a forjar el acero en una fragua.
Donde al rojo vivo sacaba a
golpes de martillo la forma de un cincel
y fundía el bronce para fabricar
piezas que los campesinos usaban en sus trapiches.
Vi el líquido rojo del hierro,
el ocre del cobre y el plateado del aluminio. Vi el fuego profundo de la fragua
desde arriba y quemé mis pestañas frente a ella.
El crisol, cofre de piedra
secreta, es el recipiente que jamás se funde.
El
riesgo de lo absoluto
Sumergirse en el silencio
quieto
del oscuro estanque de la
pulgada cuadrada
es un deporte extremo:
vacíos mortales en el estómago
desvertebramiento del cuello
rompimiento articular de los
cuatro miembros
desarticulación relajada de la
cadera
abandono de la cúpula de aire
hundimiento en el abismo del
agua
ahorrando el último suspiro por
algún recuerdo.
Y de ahí en adelante,
patinar en la curvatura del
tiempo
caminar descalzo por el filo de
la espada
bordear la última roca contra
el viento
quedar cara a cara con el tigre
apagar todo el miedo sin
remedio
y despedirse de todo
como si fuera la última vez.
Arriesgar el último sorbo de
vida
concentrado en el fondo
altísimo
del vacío del cielo iluminado
que no cansa.
Cumplir con amorosa crueldad la
cita cada noche.
Vivir sin movimiento
sin respiración
y sin más aliento
que el que emana del crisol
de la muerte que revela el otro
mundo.
Otros mundos.
Resistir
con quejidos, risa o llanto
la picadura simultánea del
millar de avispas.
Igual no hay canje.
Perderlo ... todo
Renunciar al resto
quedarse ahí, muriendo, de una
a cinco...
y después, durante el día
permanecer como si nada hubiera
ocurrido
hacerse el pendejo, no contarlo
nunca
o decir que quizás fue sólo un
sueño
o una dolorosa pesadilla en el
propio infierno.
Porque todo:
el paso del físico al astral
y de allí al causal, ante la
parca.
Todo... absolutamente
ocurre en una respiración.
Es ir al cruce de la muerte
y regresar...
para no contarlo.
Lo que nos
socorre es el espíritu de búsqueda
constante,
soy esclavo de ese Espíritu
Kabir
Hemos hecho las paces con la noche, compadre. Desde aquella
madrugada de julio, cuando vimos la barriga de la luna tan cerca, en la
oscuridad... como un submarino gigantesco y apacible pasando por encima de
nosotros delicadamente, sin tropezarnos, sin ruido alguno.
Esa
luna fría y amigable como una ballena jorobada, con la cara serena de un
extraño pasajero en la infinita espesura de la noche, como un monstruo
apocalíptico, nos miraba pasar. Lucía tranquila. El viejo guía piloteaba
diestramente su navío cósmico ese nueve de julio, día del salto al valle
insondable donde nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin remedio, todos los
colores.
Es el
vacío. Un lugar oscuro, silencioso, denso y frío, donde sólo algunos rayos
inconexos, restos de algún sol o de una estrella agonizante, nos invitaban a
continuar explorando como niños curiosos, no sin miedo, pero temerarios.
¡Qué
lejos está nuestro destino! Quizás la
luna desde entonces fue una aliada, una estación de aliento hacia el paso del
jardín iluminado por los diez mil sonidos que se ocultan.
(Fragmento de una carta de
Valdemar Khummala’h. Diciembre 7 de 1983)
El palacio de lo secreto
Tiene este palacio su puerta en el hueco de la cima de la
montaña.
Allí
está el estanque de los vapores luminosos.
El
néctar de los inmortales.
La
fuente de la felicidad.
La esquina superior izquierda y
profunda del ojo derecho es
su referente anatómico externo.
Ese es el centro verdadero.
El
centro del jagüey de la alegría
El centro del innombrable
El banco de los pobres
La casa del Dulce Divino
La habitación del clemente
La cueva del gurú
El secreto sublime de los cinco elementos, que son seis.
Las cinco palabras del Nombre del silencio absoluto
El
lugar donde los árboles no son almas suicidas
El
palacio del Verdadero Rey
El sitio de peregrinación de los valientes
El gran sol
La gruta simbólica inmanifestada
El refugio del Maestro interno
El verdadero Maestro ascendido de Sach Khand
La casa de campo del emperador
El centro de los 99 atributos de Alá
La benevolencia de Jehová
El amor del Sat Purush
La
dulce indiferencia del Tao
La
música del cielo
El palacio del Amor
Y la
felicidad permanente de los alucinógenos.
Todo, absolutamente todo, está
allí, en el Punto Único.
Vale la pena ir cada día por
tres minutos, en peregrinación silenciosa
y solitaria; el auténtico
Camino de Santiago.
Esta es la verdadera Morada de
Dios.
Hacia el siglo XIII o XIV en Nueva Delhi o quizás en Agra o
Jaipur, vivió una mujer maravillosa llamada Séjo Bai.
Ella dejó una oración que reza así:
“Oh Dios, derrama gracia sobre
mí y no mires mis malas cualidades
porque ahora Tú estás
interesado en mí y estás cuidándome”.
¿Que cómo es
la gran oquedad firme
del vacío sin tiempo?
Es como una infinita roca comba.
Una curva sonora de silencios.
Es la seguidilla de la lluvia
Tras el rayo y el trueno.
Es el Altísimo Cielo
de extensión no imaginable
pleno de música...
Hay ejemplos sensibles en el dulce violín,
en la cítara
y en la profunda suavidad de la flauta.
¡Y en la concha! ¡Y en las campanas!
¡Ah, y en las vinas hindúes!
Los tambores van al fondo
se quedan atrás
son tamboras y cantos
muchos, muchos cantos.
Al regreso, el ruido de este mundo aturde.
Lelo, sin rumbo,
a casa, al cine, en carro, a pie... ¡Luces!
Hay un río desembocando
y la azul marea
bate el agua bajo el cielo.
Las palabras retumban en silencio.
No descansa el guerrero en su recuerdo.
Es valiente tentación
callar
lo que es sabido.
“La salida es pa´dentro”
Gonzalo Arango
Cuando llegué a mí mismo
hubo un silencio de vacío sin forma.
No-silencio; ¿de blanca, de negra, de corchea?
Era un silencio musical de una brevedad eterna.
Cuando llegué, era el segundo.
Él estaba desde antes
esperando ansioso
mi retorno a casa.
Adentro, todo es inverso.
Llegué cuando me fui.
Sólo pude ver sin ojos,
sólo pude oír sin oídos
Sólo después de morir me sentí vivo.
A Sadhu Ram
Llegaste con la primera
llovizna de abril a cielo abierto
Y trajiste la Luz a mi equívoco destino.
Tú salvas el honor de los que ya ni honor
tenemos,
de los que perdimos todo, hasta
el amor mundano
y nos declaramos en bancarrota
total. Sin esperanza.
En quiebra espiritual y
material.
Venga Tu Luz y haga brillar a
los dragones,
y devuelva su fuerza a los
caballos,
y permita que el mono se
divierta
y que el perro encuentre un
dulce amo.
Venga Tu Luz para que el gallo
cante
y deje al cerdo disfrutar su casa.
y que el tigre se lleve su
presa
y el gato viva la gran vida
y el buey rumie sus ingenios
y la rata seduzca con su verbo
y en los altísimos riscos
solitarios
la cabra contemple la belleza
y la serpiente se transforme en
águila.
“Otras veces lo he dicho
y lo vuelvo a decir:
Que el caballero andante
sin dama es como
el árbol sin hojas, el
edificio sin cimiento
y la sombra sin cuerpo”.
Don Quijote de la Mancha
Cap. XXXII, segunda parte.
Maitines
Oh
Dios, Todopoderoso y Verdadero
aquí
estoy a Tus Pies, rendido.
Hoy
te ofrezco mi oficio con toda la atención.
Te
ofrezco la concentración de mi atención
en el
centro del ojo.
Te
ofrezco este día de trabajo,
cada
paciente que atienda,
cada
persona que escuche,
cada
cosa que pueda hacer,
cada
palabra que tenga que decir,
cada
pensamiento que no pueda controlar,
cada
idea que brote de mi inteligencia,
cada
estupidez que sepa callar,
cada
miedo que sienta,
cada
piedra que lance,
cada
odio que explote,
cada
ego que emane,
cada
tristeza que llore,
cada
pensamiento,
cada
palabra,
cada
acción que en mí sea, te la ofrezco.
Cada
estado, cada instante,
cada
luz, cada tiniebla,
cada
rayo, cada sombra,
todo
lo que mi planta vegetal,
mis
almas vegetativas, mis nervios
mis
líquidos, mi carne, mis huesos
mi
sangre y mis aires sientan,
muevan,
transformen,
modifiquen,
o den en mutación
te lo
ofrezco, Oh, Dios Todopoderoso y Verdadero.
Te
ofrezco, Dios, puedo ofrecerte
cada
cosa y cada no cosa que mis almas animales
tengan
por gracia
y
cada inconsciencia emotiva que venga a ellas,
por
desgracia, y sin que la mente intelectual,
culta
y superegoica, haya incorporado
desde
niño para ser un ser social
y
moral como quería Segismundo.
Te
ofrezco mi ser, mi vida y mi amor.
Te
ofrezco hoy todo lo que en mí sea,
pueda
ser o se dé.
Me
comprometo a no olvidar esta promesa de amor
ni un
solo instante.
Haré
un segundo de memoria
en la
frente, en medio de las cejas,
en el
lugar de la fidelidad acertada,
en el
centro de la flauta de bambú,
en el
estanque del agua vacía.
Con
la majagua atada a la cintura
en
facha de silencio,
en
expresión centrada
y con
la sonrisa en el corazón
bajo
los acordes de la piedra sonora,
cantando
en silencio tu quíntuple nombre
te
ofrezco
la
oración de tu Nombre innombrable.
Te
ofrezco mi quietud cadavérica por tres minutos (porque más no aguanto).
Te
ofrezco el canto de tus pájaros
el
ruido de las máquinas
los gritos
del vendedor ambulante
la
queja del moribundo
en Su
río de riberas dispersas.
Te
ofrezco el color del espíritu
en el
límpido foso abismal del origen solitario.
Los
fogones que día a día
encienden
en la mañana las muchachas del servicio.
La
fuerza del joven misterioso
que
lanza en la ciénaga su atarraya.
Todo
lo que oigo, todo cuanto veo
cada
martillazo, cada machetazo
cada
subtotal, cada sello, cada corte
cada
memorando, cada pinchazo
cada
orden cumplida, toda la desobediencia
todas
las virtudes, todos los pecados.
Hoy
te ofrezco todo, oh Sat Gurú
De
mis laberintos celestes
Tú,
oh Señor de los Milagros
Eres
el pilar suspendido
de la
columna central del templo
de
este cuerpo hecho por ti
con
los cinco elementos, que son seis.
Tú
eres el agua, tú eres el viento
Tú
eres el fuego, tú eres la tierra
Tu
eres el oro, tú eres el éter
Tú
eres el vacío, tú eres el no-vacío
Y
todos los síes que están afirmando mis vidas
Que
también hoy te las vengo a ofrecer.
Acepta
este humilde oficio,
Dios
todopoderoso y verdadero
Yo no
soy nada
Tú lo
eres todo
¿Qué
más puedo yo hacer sino ofrecerte mi trabajo
Padre
mío?
Acéptalo
por favor
No me
rechaces, ¡acéptalo Dios mío!
El
Gurú Nanak Sahib dijo:
“Si
me quedo callado
la
gente dice que no sé nada.
Si
digo algo, la gente dice
que
hablo tonterías.
Si me
siento en mi habitación
a
meditar, a hacer la devoción,
la
gente dice
que
no sirvo para nada.
Si
voy por la calle
la
gente dice que levanto polvo:
De
todas formas encuentran algo
que
reprocharme, siempre.
No
importa como actúe.”
Ahora
se me ha dado
por
mirar el mundo con un solo ojo.
Es
aparatosamente anodino, loco
y eterno
como una larga cumbia en la noche de velas.
Como
pirata corsario del siglo de los barcos,
como
cualquier tuerto genial o miserable,
como
cualquier yogui arrepentido
del
uso de sustancias, ora permitidas,
ora
prohibidas; plantas pedagógicas
que
no dejaron de ayudar alguna vez
pero
que ya no necesito.
Ahora
se me ha dado por buscarme a mí mismo
por
dentro.
Con
el solo ojo oculto
tras
el hueso de la frente.
Canto
bajo el bambú trenzado
en
medio de las cejas.
Quiero
cantar los cantos
que
he escuchado de las luces sonoras:
cumbias
yóguicas en la comparsa infinita
de
ángeles que con sus palmas animan el ascenso.
Quisiera
repetir
veinticuatro
mil veces, cada día
Tu
nombre en silencio.
Y
entregarte mi amor cada madrugada
mientras
contemplo exangüe
el
resplandor supremo
en tu
noche de estrellas
Alma
mía.
Ante mi confesor
No me
dio miedo bordear el abismo del pecado.
La
lujuria trasegó mi vida.
No
sentí culpa de mi avariciosa ambición.
El dinero me permitió
visitar cinco continentes
al
lado de los más extraños sabios del planeta.
pude
vivir cinco años seguidos en el memorable
Hospital
de Barranquilla.
Debo a mis ancestros y a
mis padres
este
cruce de razas del que me río por dentro.
Soy
místico, no filósofo; asceta, no monje; sincero en la verdad interior; algunas
veces al día veo a Dios, la Luz
de Amor y Vida en todos como en uno.
Medito
cada madrugada en el plano de los muertos.
Dile,
noche taciturna, a mi amada, que, por favor, ya no vuelva. Que ya no la
necesito tanto, como cuando tú no eras
tan vieja. Dile a mi viejo fantasma travieso borracho que ya para qué, si le
adivino sus amagues. Claro, no está demás saludar a ciertas damas; por ejemplo,
vamos a decirle ¡Epa! a Soledad. No desearía acercarme a la niña Obse... Las obsesiones nocturnas de un borracho son
dramáticas, a veces trágicas, más no letárgicas. Si tuviera tiempo le haría una
larga visita a Lujuria, la discreta... Podría volver a sus oscuros y profundos
estanques, lagos y charcas del deseo.
Abandono II
Como he abandonado mis
temores a la noche y hablo con ella todos los días, diles, oh noche aguda como
el cazador de almas, que yo vengo del lado de atrás de la comba del cielo. Que
es por eso que siento tanto amor en el alma. Diles que no teman, que soy manso
ya, que ni siquiera alcanzo a lastimarme a mí mismo. Dile a Jesús, el mendigo
de la esquina, el que se parece al Maestro, que le regalo mi perro; y al del
vecino, que no oigo sus ladridos, que si enfermó su dueño... o quizás ya ha
muerto. Dile a los árboles del parque que los aprecio mucho y compadezco su
desencanto con la violencia humana.
No olvides un abrazo al jazmín y, piano, para que se oiga la
voz, un dulce verso a mi madre. Y a las cayenas, que un día de estos vuelvo por
cinco para un té.
Abandono III
¡Surco! ¡Surco! Surco la noche en cada parpadeo. Soy viajero
nocturno de mi templo. Sobreviviente solitario del bien supremo. Aquí me
trajeron y no voy a dejar escapar en vano ni un solo segundo más de cada
suspiro, mientras viva.
Busco Tu mirada y veo una Luz. Siento venir la mano del
alfarero, que sabrá darle alguna forma a mi desfigurado destino.
Lado Yang
Guerrero, mírala bien, lentamente,
como se palpa con los dedos
el filo de la espada:
Ella es, por decir lo menos, tu
dama.
Esa especie de manantial en el
desierto,
angelical luz protectora en
este
oscuro infierno del mundo.
Guerrero, oye bien, escucha:
Jamás saques tu espada en su
presencia.
Si vienes de guerrear, guarda
tus garras.
Si vienes de pensar, guarda en la
bolsa
de piedras preciosas tan
pesados conocimientos.
Si vienes de orar, recuerda la
prueba de los justos:
Perdón al enemigo que se rinde.
Y si vienes de arar, recógete
cerca de su vientre.
En fin. Es como recordar que tu
proyección
femenina es ella. Tu alter ego,
Dios en su otredad.
El amor, hermano, es el arma
que corta el dolor de todas las heridas.
Duele, como el bisturí abriendo
la piel del abceso:
Inevitablemente sangrarás por
su mordedura tajante
Y seguramente morirás si huyes
de él.
Sin embargo es posible que
resucites si te quedas.
También es probable que pierdas
la razón.
Sea para crecer, romper,
integrar,
o bien trascender, o quizás mermar
el ego
o involucionar y cometer
estupideces
como convertir la devoción en
fanatismo
o la entrega en inmolación.
Pero no te arredres
el amor tiene secretos
encantos.
Lado
Yin
Bella dama, angelical
hechicera, hermana:
Vamos a conversar sin trampas,
de hembra a hembro,
de corazón a corazón, de alma a
alma.
Sin más intención que ver, sin
carne, la verdad.
Es tan grande el poder de una
mujer sobre su hijo
como el de una amante sobre su
escogido,
como el de la esposa sobre su
hombre casado.
¡Ella lo tiene!
Todo podría resumirse así: “Lo
tienes”
Si lo quieres o no lo quieres,
eso está demás.
Tú sabes que a él, como al
poder, lo tienes.
Que aceptes manejar la situación
con pétalos
o con espinas, decídelo.
Pero haz la prueba y verás
que tus heridas lo debilitan
que tu dulzura lo enloquece
que tu transparencia lo abruma
que tu fe lo desafía
que tu perseverancia lo asombra
que tu entrega lo nutre
que tu sabiduría lo orienta.
Ah, y tu alegría lo calma.
Y tu amor, tu flor,
tus pétalos de flor
tus estambres de flor
tus sonidos de flor sonora lo
transportan.
(Ya conoces su inveterada
costumbre
de negar al comienzo tus dulces
dardos
de miel y pimienta
de azúcar y limón
de acre y amargo)
Todo lo tuyo es tan
terrígeno...
Dios dice que prefirió hacerles
creer
a los guerreros que fueron
primero que el útero
del mismo modo que las sabias
madres de los desiertos
del Rajhastan, del Gobi o de La Guajira
proclaman a sus hijas que el
hombre es primero:
“El hombre es la cabeza.
La mujer está debajo
siempre en segundo lugar,
como el cuello, sosteniéndole
y diciendo hacia donde debe
mirar.”
Busco... quieto...
Con la
desesperada
prisa
contenida
del que
arriesga
la
vida frente al toro.
El continente perdido
entre tus madrugadas
y las mías.
Hay tesoros que nos roban.
Una isla astral
Un pequeño planeta
de areolas
de todas las formas
tesituras
y colores.
Areolas
boreales
Tengo
para escapar de
lo irremediable
ante tantos
miedos vencidos
al siempre sí
de la muerte
al camino que
está detrás
de la cara
oculta de la luna.
Tengo el canto de los pájaros todos.
Y una que otra vislumbre
del rostro inocente
de tu luz.
No iré al cielo ni al infierno; no tengo afectos ni
desafectos
No soy piadoso ni ateo; no soy libre
ni prisionero.
No vivo según los mandamientos ni según mis deseos
Pocos me comprenden; que aquel que me entienda halle la paz.
Kabir no trata jamás
de crear ni de destruir.
Kabir Sahib.
Caballero del Tiempo:
descuéntale a mi bala
tres minutos de silencio
y otros tantos de quietud
que te robo cada madrugada
al dejarte suspendido en medio de la nada.
Descuenta los paréntesis de instantes eternos
que he vivido como artista.
Porque me temo que tus cuentas
se enredaron en la telaraña de luz
que cada recuerdo de su amor me trajo.
Dale al negro lo que es del norte
al azul lo que es del este
al blanco lo del acre oeste
y al rojo su amargo sur
Y a las flores su inútil misión
y a los borrachos su derecho a prescindir
de tu arrebato narcisista por el éxito y la fama
y las generosas cadenas de todos los metales.
No atornillarás mi lengua
mientras haya música en mi cielo.
Tú, oscuro carnicero
del tiempo, Kal,
no pasearás a tus anchas en mis predios.
Aún tengo la vida y el canto
Y la oración
Y el silencio
Y sus cálidos senos
Y su boca fresca
Y su tierna flor.
No podrás, Señor del Infierno del Mentir
robar un solo verso a mi noche.
Las estrellas son espías
y la lluvia, el trueno, el rayo
y el viento,
Caballos de Troya en tu escenario.
Ahora tendrás que buscar
otros argumentos a tus predecibles
movimientos: ¿Alfil a 4 de reina?
Lo sabía
juegas con dados cargados:
la dual razón del si y el no
y el crítico calificador de bueno o malo.
Yo estoy en pleno canto del sintiempo
Soy un hombre muriendo en paz.
Después de ti, ningún mortal me ata.
Desde aquellos tres sublimes respiros
Desde la última muerte, puedo cabalgar
fuera de la gula infinita de tu boca.
Tus trampas a veces
alcanzo a evitarlas
Miedo, ego, vanidad, sed de justicia, rabia
Orgullo, soberbia y codicia
¡Ah! y el apego (que
ahora llaman adicción).
Mi silencio derrumba tus castillos
El Caballero se ha reunificado
Su amor me acerca a otras orillas del jagüey
donde tú, oh,
tiempo, no existes
Allí no tienes control sobre un solo anti-segundo.
¡Nada de
competir, nada por tanto de culpas¡
Lao Tse
¿Creen que ser un poeta
a lo Kavafis, Goytisolo o Baudelaire
o a lo Gómez Jattin (para no ir tan lejos)
es algo fácil?
Primero hay que enrostrar la sombra sin tapujos
Iluminar sus más recónditos riñones
como se alumbra el filo de una espada.
Sin más luz que la verdad
consigo mismo y la palabra.
Luego destazar sin piedad
cualquiera de ellas, ambigua,
que pueda despertar sospecha
de complicidad con la mentira
O que pretenda, so pena del olvido,
penetrar furtivamente en los silencios.
Todo hombre encuentra, precisamente, el destino que trata de
eludir.
Alí
Cuando fui adulador
me fastidiaban los aduladores;
cuando fui crítico
me criticaban los criticones;
cuando fui lujurioso
me perturbaban los lujuriosos;
cuando fui envidioso
me chocaban los envidiosos;
cuando fui miedoso
me exasperaban los miedosos;
cuando fui violento
me provocaban los violentos;
cuando fui cobarde
detestaba a los cobardes;
cuando estuve triste
me perseguían los llorones;
cuando fui codicioso
criticaba a los ambiciosos;
cuando clamé justicia
fui injusticiado por los jueces;
cuando empecé a perdonar
vislumbré la compasión de otros;
cuando ya nada me importó
todo se hizo luz
y quedé ciego.
La sombra del guerrero
(Aunque me cueste la vida, sigo
buscando tu amor)
“Un
ideal es aquello por siempre buscado, nunca alcanzado,
pero
jamás abandonado…Es la estrella guía del navegante
en
la cual no se desembarca.”
Danilo
Cruz Velez
Aunque me muera de rabia, llanto o
dolor, voy a intentar lo imposible:
estrellarme con todas mis fuerzas
contra la puerta del Palacio del Amor.
Ya sé dónde queda,
ya rompí una de las cuatro
cadenas.
Antes de romper los demás
grilletes
llámenlos como quieran:
ignorancia, necedad, estupidez, apatía, dependencia,
estudiaré lentamente cada eslabón
hasta encontrar el más débil.
He vencido al dolor, y venceré al
temor
y al vicio (que, de ahora en
adelante, llamaré apego)
y venceré al sueño, noche.
Todo enemigo debe ser amado antes
de vencerlo.
Es parte del código de honor del
guerrero.
Así, amaré el miedo a la noche (el
peor de los insomnios)
y sus oscuras soledades, sus
tímidas lumbres de estrellas silenciosas
su quieta sombra como un manto.
Hablaré con ella, reconoceré su
poder
la convenceré de su indispensable
alianza con mis sueños
con mis pasiones ascéticas y mis furtivas entregas a sus dulces
seducciones.
Navegaré en sus laberintos de
recuerdos inútiles.
Pereceré en el intento y no me
importa, de eso se trata.
Voy a meditar en el silencio
quieto de los muertos pase lo que pase
voy a estrellarme sin pretextos,
intenciones ni intereses
con la puerta secreta de la
escuela de los solitarios, los abandonados,
los decepcionados del mundo, los anarquistas
sin frontera
que se niegan a pagar impuestos
los mudos a voluntad
los sordos por ansias de otras
músicas
los ciegos que a tientas buscan
otras luces.
¡Mente mía, compañera mía!
Te habla Mi alma,
escúchala, por favor
Esta petición es un grito
desesperado de guerra,
de combate, de arte marcial
espiritual
Te estoy desafiando
soy el guerrero preso en la cárcel
de sus cinco sentidos,
que son seis… docenas.
Ven a morir conmigo esta noche
El Palacio del Amor tiene un Rey
en ansiosa espera.
Llora, canta, baila, patea, disfrázate,
embriágate, ilumínate, tránzate,
trábate,
puedes hacer como chivo, como
mico, como perro, como pigua,
aúlla como loba en celo.
¡Pero despierta!
Yo, mi alma y tú, viajaremos en
trance
al supremo bien
a la felicidad sin límites
a la fuente suprema
a
la serena creatividad del cielo
a través de la calma alegre del
lago
de la sorpresa sabia del rayo
del susto inocente del trueno
de la dulce caricia del viento
de la transparencia austera del
agua
de la perseverancia quieta de la montaña
y la receptividad humilde del
ombligo de la tierra.
Temblarán los más recónditos
riñones
Serán turbulentas las aguas del
ascenso
o quizá, tranquilas aguas mansas.
No temeré. Mi barquero, Ayeiba,
espera.
Mi alma recibirá su anillo, será
desposada y viajará con Él
Entraremos por la décima puerta,
detrás del centro de los ojos.
Tú esperarás por los tesoros que
traiga de mi Ítaca:
Paz, tranquilidad, serenidad,
no-enfermedad,
Luz, silencio, sabiduría, palabras
desocultadas,
nuevas mudras, otros motivos
existenciales
perseverancia incólume
y humildad a prueba de las
amenazas de los infames,
del dinero de los capitalistas, de
la intimidación de los poderosos,
de la burla del pueblo, de la
crítica de la familia,
de la incomprensión de los amigos,
de la traición de la mujer amada,
del abandono de los hijos y el
dolor de las enfermedades
del sufrimiento de la pobreza
de la muerte civil, y de la muerte
natural.
El sepulcro de la noche llama.
Yo bailaré mi cumbia cada noche a
solas con mi Amado
A la luz de la vela cósmica que
brilla como mil quásares.
Dejaré un epitafio en la puerta de
mi cuarto subterráneo:
“Ya vengo”
No se preocupen por mí.
Preocúpense por sus almas
atrapadas en el infierno de la somnolencia.
Despierten a Dios
¡Adiós!
Directorio Interno
¿Que dónde queda el palacio del Amor?
Mira:
Sube por el callejón de la misericordia;
Llega a la plaza del perdón.
Sigue derecho por la esquina de las burlas,
Cruza solo el túnel del dolor
Y ahí en lo alto está la
Gran Puerta Iluminada,
La puerta de la escuela maravillosa y perfecta,
El palacio del Amor.
P.S.
¡Cuidado te quedas en la cueva de
los sueños!
Este libro se terminó de
imprimir el 25
de julio del año 2005,
con la luna en creciente.
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